venres, 4 de maio de 2018

Una semana movida - Sierra de Guadarrama

Es la segunda vez que escribo esta entrada. Espero que Blogger no vuelva a apuñalarme vilmente por la espalda dar problemas, y esta sea la vencida. También decidí aligerarla un poco, porque es cierto que la primera vez me costó hilarla y terminarla, y me dejó una sensación de entrada pesada y farragosa, que no es lo que pretendo. Así que, ahora que se qué quiero decir, puedo quitar aquello que no pinta demasiado (hoy) y centrarme en la primera de las visitas de esta Semana Santa: el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.


La Maliciosa recibe su nombre por los peligrosos bancos de niebla 
que se forman en su cumbre.

El Guadarrama, que en su acepción más amplia y coloquial reúne las montañas occidentales de Madrid, tuvo siempre un hueco en el imaginario popular de la ciudad, donde a día de hoy sigue hablándose de la Sierra como si no hubiese otra en el universo. Aunque la relación de Madrid con su Sierra no siempre ha sido buena -durante siglos, los aires de la Sierra eran considerados peligrosos e insanos-, sus historias han estado muy ligadas. Su condición de barrera natural ha condicionado buena parte de esta relación, y pasar la Sierra fue durante siglos una aventura. El desplazamiento de la Corte hasta el Palacio de la Granja, en el valle de Valsaín, por ejemplo, era toda una peripecia, aunque no tan peligrosa como los viajes de grupos más pequeños, que debían atravesar unos montes plagados de bandoleros. O podríamos pensar en el Guadarrama como escenario bélico, con Napoleón dirigiendo a pie el paso por un Alto del León sacudido por una tormenta de nieve, o la durísima Batalla de Guadarrama, inmortalizada por Hemingway, clave en la Guerra Civil. Porque Guadarrama, cierto es, enviaba aires cargados de frío a Madrid, pero también protegía aproximadamente la tercera parte de su acceso. A pesar de eso -o, en realidad, siendo eso una consecuencia-, Guadarrama mantuvo durante siglos un aura de montes salvajes y desconocidos, una tierra inexplorada y peligrosa en medio de la meseta.


El pino silvestre es una de las especies más características del Parque.

Cuando, tras el Desastre del 98, ciertos intelectuales llamaron a "reconquistar las montañas", se plantó la semilla de lo que florecería bajo el impulso de Giner de los Ríos y su Institución Libre de Enseñanza. Esta institución, entre sus muchas aportaciones, inició lo que hoy se conoce como guadarramismo, una corriente que buscó explorar el Guadarrama, armada con curiosidad científica, para sacarlo de siglos de oscuridad. Buena parte de lo que hoy sabemos sobre el Guadarrama se lo debemos a aquel impulso y a quienes, con ese entusiasmo tan propio de la época, se echaron al monte armados de cuadernos y botes para saber qué había en aquellos peñascos.



Primera experiencia con Raquetas. Podría acostumbrarme a esto.

Guadarrama es un Parque de alta montaña mediterránea. Aunque el visitante pueda no percatarse en el momento, su altura es comparable a la de Picos de Europa, con sólo 200m de diferencia entre las cumbres más altas de uno y otro. Sin embargo, la ubicación de Guadarrama, sobre la meseta central, lo que sitúa el pie de monte entre los 600 y los 800m, según la submeseta en la que nos encontremos, y su carácter granítico, hacen de Guadarrama una formación más suave que otras, lo que reduce la sensación de altura que dan otros Parques. Pero Guadarrama mide lo que mide, algo que podemos apreciar sin dificultad en los restos de glaciarismo, especialmente en algunos circos muy bien delimitados, que se conservan en la zona. Juega aquí en favor de Guadarrama la dureza de sus materiales, que le permite conservar estos restos mejor que montes más blandos. También la fauna, especialmente en las zonas altas, nos recuerda su altura real, encontrando en este Parque un reducto glaciar en el que especies reliquia sobreviven al retroceso de los hielos de los últimos miles de años. Esta suma de factores -y otros que pretendo analizar sosegadamente en otra ocasión- propiciaron la declaración del Parque en 2015. 


La mariposa Apolo es un ejemplo de especie glaciar. 
Guadarrama es uno de los puntos aislados en los que la encontramos.
Foto: Pablo Pereira Sieso

Esta primera visita a Guadarrama estuvo muy condicionada por una serie de circunstancias. La primera, inevitable, fue una serie de borrascas en las semanas previas, dejó el Parque cubierto de nieve. Por motivos que contaré en otra entrada, Guadarrama tiene unos accesos en coche muy limitados, y estas nevadas nos impedían hacer rutas a pie, que son el mejor modo de conocer Guadarrama. La nieve también limita mucho la fauna y la flora que puedes ver. La segunda, sólo relativamente inevitable, es que hicimos la visita en el único día que podíamos, aunque al final hizo un día precioso. La tercera, completamente evitable, es que tardé tres minutos, durante la primera parada, en resbalar, caer y partir a la mitad el tele, obligándome a tirar con el objetivo corto toda la visita. Dramático (más teniendo en cuenta que tres días después salía de viaje), pero puestos a ello, no podía haber sido en mejor momento, ya que ese día casi todo lo que podíamos hacer era sacar paisajes, y obligarme a usar el corto me permitió centrarme en eso, aunque a costa de eliminar cualquier opción de sacar cosas más detalladas. Son cosas que pasan. Tuvimos que adaptarnos a las circunstancias e hicimos lo que estuvo en nuestra mano.



Cumbre, Circo y Lagunas de Peñalara, gérmen del Parque Nacional.

Salimos pues una brillante mañana de Marzo, con un cielo azul espectacular, desde la casa de mis padres, en Galapagar. Buscando recorrer todo el Parque posible -sobre todo teniendo en cuenta la ya mencionada limitación por la nieve-, subimos hacia Navacerrada, con la panorámica de la Maliciosa, las Guarramillas (conocidas por casi todos como la Bola del Mundo) y Siete Picos ante nosotros. Es probablemente una de las vistas más reconocibles de Guadarrama, y desde luego la que tengo yo en la mente. Una vez llegamos al puerto de Navacerrada, giramos en dirección a Cotos, ya que el Pinar de Valsaín, aunque protegido junto al Parque, no es parte efectiva del mismo, vaya usté a saber por qué, así que fuimos dejándolo a la izquierda, donde aparece por primera vez la cumbre más alta del Parque, Peñalara. A nuestra derecha fuimos dejando la Bola del Mundo, donde se encuentra la estación de Valdesquí. Al llegar a Cotos, a pesar de que contábamos con parar, tuvimos que seguir, ya que estaba abarrotado -como siempre cuando la nieve y las vacaciones les coinciden a los madrileños-, así que comenzamos a bajar el Valle del Lozoya, al que no voy mucho porque me pilla muy a desmano, pero que es precioso. Poco a poco, los pinares (como el de los Belgas, en El Paular, que se encuentra en la misma situación y el mismo vaya usté a saber por qué que Valsaín) fueron dejando paso a los prados de siega donde la mariposa hormiguera oscura completa su particular ciclo -del que también hablaré otro día. Llegados a Lozoya, giramos para subir al Puerto de Navafría, al que tenía bastantes ganas porque era de los pocos sitios que no conocía. Pero, nuestro gozo en un pozo, no fue posible: una mezcla de nieve (de nuevo) y un aparcamiento atestado nos impidieron parar y nos obligaron a bajar varios kilómetros en dirección Segovia antes de llegar a un sitio en el que poder dar la vuelta. Fue una rabia, si os soy sincero, porque tiene pinta de tener unas cuantas salidas interesantes, así que tendremos que volver. Qué suplicio. Cerrada esa vía, deshicimos parte del camino para subir el Puerto de la Morcuera, final de nuestra visita y del Parque. Más paisaje, más nieve, pero esta ruta tiene su punto especial: una panorámica en la que se ven algunas de las cumbres más importantes del Parque, bien alineadas. Parada final en el propio Puerto, respirar hondo y de vuelta a casa. 


Mi padre es el mejor ejemplo de guadarramismo que conozco:
 Siempre tiene un dato que dar sobre la Sierra.

La verdad es que no fue una gran visita. No me malinterpretéis, me lo pasé bien y disfruto mucho de los paisajes y la nieve, pero conozco bien Guadarrama, se qué puede dar de sí y no lo dio. Mágoa, decimos por aquí. Sin embargo, sí hay cosas positivas que extraer. La primera es que me permitió marcarme mentalmente los límites del Parque, que no tenía muy claros. También tener un número interesante de fotos de paisaje y, sobre todo, sacar información valiosa a mi guía nativo cara a futuras visitas. Volveré, claro -es un Parque que tengo muy fácil visitar-, con intención de aprovechar algunas de las rutas de senderismo que ofrece Guadarrama, que son muchas.


Uno de los muchos arroyos que, alimentados por la nieve, cortan el Valle del Lozoya.


De izquierda a derecha, las Cabezas de Hierro, la Bola del Mundo,
 el Puerto de Cotos y Peñalara.

Intentaré seguir con el material de Semana Santa en estas semanas, porque hay mucho que contar. Espero que mis no-horarios den una tregua para poder seguir enseñándoos todo lo que tuve oportunidad de ver. También os recuerdo que podéis encontrarnos en Facebook como The National Parking Project, en Instagram como @NationalParkingProject y en Twitter como @NatParking. ¡Búscanos para no perderte nada!

Keep Parking!



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