domingo, 10 de xuño de 2018

Una semana movida - Tablas de Daimiel

Laguna permanente, desde Molemocho.

Tercera y última entrada sobre la paliza que me pegué esta Semana Santa, ya un poco achuchado por la siguiente tanda de Parques que pretendo visitar. No quería dejarlo en el tintero porque los posts de viajes, o se escriben, o se olvidan, y prefiero dejar apañáo Tablas antes de volver a Picos y recuperar las cosas que me dejé guardadas. Como puede que recordéis de entradas anteriores - o de Instagram si venís de ahí -, esta Semana Santa realicé un viaje maratoniano que me llevó a Guadarrama, Picos de Europa y Tablas de Daimiel en menos de diez días. Hoy os hablaré de la última de estas visitas y os introduciré un poco el que es uno de los Parques más singulares de la Red.

Una Cerceta común (Anas crecca) nada tranquila en la Laguna de Aclimatación.

En la Mancha Húmeda, se denomina tablas a unas lagunas de inundación fluvial de poca profundidad. Son estas lagunas -y no los senderos de tablas de madera, como algunos creen erróneamente- las que dan nombre a este Parque Nacional. Ubicado entre Daimiel y Villarrubia de los Ojos, en Ciudad Real, Tablas se forma alrededor de la unión de los ríos Guadiana (no muy lejos de los Ojos) y Gigüela, en un sistema fluvial francamente complejo: el Guadiana lleva agua dulce y el Gigüela la lleva salobre, la permeabilidad de los cauces de ambos ríos es diferente, por lo que el Gigüela corre con retraso, los manaderos dependen de un sistema de acuíferos que descubrimos hace relativamente poco que no funcionaba como creíamos... y así un largo etcétera de peculiaridades. De hecho, su propia declaración se hizo a contracorriente, en una época en la que las marismas y lagunas eran consideradas ambientes insalubres, y su principal objetivo fue paralizar su desecación, ya comenzada, para evitar que corriesen la misma suerte que otros ecosistemas similares (Tablas de Villarta de San Juan, Arenas de San Juan o Junta de los Ríos). A pesar del daño causado por aquellas ideas, Tablas se encuadra dentro de un conjunto mayor -la Mancha Húmeda, arriba mencionada, declarada Reserva de la Biosfera-, aunque sólo esta zona es Parque Nacional, por algún motivo. Es, de hecho, el Parque más pequeño, y sólo una ínfima porción del mismo es visitable. El resto es agua. Y es el agua la clave ecológica de este espacio y el ambiente que atrae a la avifauna, emblema y causa de su protección.


Bisbita alpino (Anthus spinoletta). Tablas es un refugio para aves en migración.

Pero Tablas no es sólo pequeño y peculiar. También es un Parque delicado y cercado de problemas. Mencionaba hace poco que, para mí, la palabra "Tablas" solía estar precedida por un "Que mal está". Las últimas sequías se han cebado particularmente con este Parque, favorecidas por una agricultura irresponsable y, en muchos casos, al margen de la ley. Y, como bien dice mi padre, que no en vano trabajó durante años en este Parque, Tablas es agua, y sin agua no es nada. Cuando no corren el Guadiana ni el Gigüela - algo que sucede naturalmente, pero que contribuimos a empeorar-, efectivamente, Tablas queda vacía de contenido. En una de las últimas sequías, a mayores, se declaró un incendio de turba que, aparte de francamente peligroso, ponía en peligro la recuperación del ecosistema cuando volviesen las lluvias. También de la aparición de especies alóctonas -una de las grandes amenazas de nuestros Parques - tiene su ración Tablas. Que yo sepa -incido especialmente en estas tres palabras-, sólo se llegó a plantear en algún momento retirar la categoría de Parque Nacional a uno, y fue a éste. Y, de nuevo que yo sepa, esto sucedió dos veces. Hasta qué punto podemos, por irresponsabilidad medioambiental, empujar un sitio que, en teoría, estamos protegiendo con la figura de protección más elevada del Estado, hasta un punto en que no sea digno de dicha protección es algo que me resulta clave. Algo estamos haciendo mal. A pesar de esto, debo reconocer que no tengo visto Tablas sin agua. Será porque soy un afortunado, pero en mis dos visitas (la primera en el 40 aniversario y la segunda ya con el proyecto) encontré las Tablas en un estado aceptable: la primera, tras una sequía durísima, pero ya con ambos ríos corriendo, y la segunda tras otra sequía, algo más suave, y sólo con el Guadiana -el Gigüela correrá más adelante, probablemente. No tengo esa visión desoladora del Parque, más allá de los testimonios, en muchas ocasiones conmovedores, de quienes viven por y para un Parque que, a veces, parece escapárseles entre los dedos.


Porrón pardo (Aythya nyroca) y Cerceta pardilla (Marmanoretta angustirostris
en la Laguna de Aclimatación.

Como estos meses hemos encadenado una racha larguilla de borrascas, insistí mucho en visitar Tablas esta primavera, consciente como soy de que, si bien sabía que en aquel momento había agua, no podía asegurar que fuese a haberla en otro momento. De hecho, desde el principio barajé la posibilidad de que Tablas no llegase a ser visitable durante el tiempo que durase el proyecto. Gajes del oficio, vaya. Por desgracia, no andaba particularmente bien de tiempo, así que, nada más llegar de Picos (doce de la noche, tras cuatro días y muchos kilómetros), hice de tripas corazón y le pedí a mi padre que fuésemos a la mañana siguiente a Tablas, porque o era ese día, o no era. Pocas veces en mi vida me costó tanto levantarme como esa mañana, y menos mal que no me dejó conducir. Pero eran las siete de la mañana y nosotros salíamos de su casa en dirección a Daimiel. 


El taray (Tamarix gallica) es la especie arbórea más característica de las Tablas.

Como comenté antes, Tablas es un Parque pequeño y poco visitable: la mayor parte de la superficie es directamente intransitable a pie -aunque las barcas tradicionales, similares a las de L'Albufera, pueden recorrer las zonas inundadas con fines de gestión e investigación-, y gran parte de las orillas tampoco están preparadas para el tránsito. Todas las rutas -en su mayoría, sobre los caminos de tableado, que son una de las imágenes típicas del Parque- discurren por la zona sureste de las Tablas, aunque en un punto bien elegido, entre la entrada del Guadiana (que queda un poco al sur de los caminos) y la del Gigüela (un poco más al norte). Decidimos empezar por la Laguna de Aclimatación, una estructura artificial y cerrada en la que se mantiene la colección de patos del Parque y que se emplea como paso de semilibertad para los especímenes que van a ser liberados. Tras un buen rato sacando fotos a los patos, comenzamos la verdadera visita por uno de los caminos más emblemáticos, el de la Isla del Pan. Por desgracia, aunque había agua, no había mucho que ver, aparte de carrizo. Algunos pájaros sueltos andaban por la zona, pero menos de lo que había esperado, para ser sincero. Esto va bastante de la mano con los comentarios que llevo una temporada recibiendo acerca de que los pájaros están otras lagunas, especialmente en la de Alcázar de San Juan, en lugar de en Tablas, por una serie de motivos, unos más naturales que otros. Las Tablas tardan un poco en recuperarse tras una sequía, y quizás fuimos pronto, aunque mi padre cree que, si las cosas no cambian, las aves no tardarán en volver, y me parece que algo sabe del asunto. Seguimos en dirección a la Torre de Pradoancho, aunque no llegamos a la misma. El Guadiana, aunque estaba remontando los tablazos, aún no había llegado hasta esta zona, y el cauce del Gigüela aún no está corriendo, como ya mencioné, así que la parte norte de los senderos todavía estaba seca y, salvo por un lejano aguilucho lagunero (Circus aeruginosus), vacías. Como no había mucho por ver, echamos una ojeada al Centro de Visitantes y al Centro de Interpretación del Molino de Molemocho y dimos por terminada la visita.


Las barcas de Tablas están basadas en las de L'Albufera.

Y ahora llega el momento de cortar trajes. En primer lugar, a pesar de que en el momento, esta visita me decepcionó, lo cierto es que no considero haber perdido el tiempo. Puede que la fauna no estuviese al alcance, pero desde el punto de vista de quien, aparte de enseñar, quiere comprender los Parques, fue una visita muy instructiva. La situación hídrica -el Guadiana corriendo y remontando, el Gigüela seco- me permitió acercarme más al funcionamiento de este sistema, por ejemplo, y entender el tipo de variaciones que se pueden esperar en dos ríos con tipos diferentes de agua y que no van sincronizados. Tuve ocasión también de plantear próximas visitas -tengo grandes esperanzas puestas en el año que viene-, valorando el estado y situación de los hides públicos y mis opciones de ver aquello que esta vez no pude. También me dio qué pensar acerca de cómo funciona la avifauna del Parque -que, como digo, es su valor principal- y cómo las variaciones de agua le afectan, directa e indirectamente. O acercarme al Centro de Visitantes, que se encuentra en un estado francamente mejorable - ¿De qué sirve gastarse millonadas en Centros de Visitantes en Parques que ya disponen de ellos si luego no podemos destinar unos pocos miles de euros a mantener los que ya tenemos? -, y el Centro de Interpretación del Molino de Molemocho -que probablemente costó un pastizal, aunque está en buen estado-, que me dejaron con una sensación bastante desagradable. Dejo para el final, aunque quizás es de lo más importante, el tema del público. A pesar de ser uno de los Parques menos visitados (menos de 200.000 personas en 2015, frente a cifras millonarias, como las de Teide, Guadarrama o Picos), la cantidad de gente que fue llenando los caminos y pasarelas a lo largo del día era sorprendente, y nos quedamos horrorizados al ver lo lleno que estaba el parking cuando nos marchamos. Hay que tener en cuenta que el número de visitantes no es relevante por sí mismo, hay que plantearlo frente a la superficie en la que se distribuyen, y recordar que, si 200.000 personas al año en Picos probablemente tengan un efecto muy limitado, en los menos de diez kilómetros de recorridos de Tablas pueden producir un impacto alarmante. Me gustaría hablar más extensamente de este tema, pero creo que esta entrada está siendo ya lo suficientemente larga, y es un tema que requiere más tiempo y algún que otro intercambio de opiniones.


Curruca capirotada (Sylvia atricapilla) en la linde del Parque.

Llegamos al final de esta entrada y de esta serie introductoria sobre algunos Parques. Confío en que haya servido para transmitiros aunque sea una pequeña parte de cómo funcionan y qué podéis ver en los mismos. Como, supongo, habéis podido apreciar, las entradas han sido bastante poco concretas y dejaban grandes huecos, porque creía -y creo- que es necesario dar una visión general de un Parque antes de tratarlo en profundidad. Rellenar esos huecos será nuestra tarea a partir de ahora, y esperamos que nos acompañéis en el camino.