martes, 7 de agosto de 2018

De nadie, de todos.

Hace unos catorce años, nuestra flamante Vicepresidenta, Carmen Calvo, pronunció unas palabras que, a día de hoy, siguen persiguiéndola: el dinero público no es de nadie. Entiendo que lo que la señora Calvo pretendía decir es que nadie podía arrogarse la propiedad exclusiva del mismo y que la lengua le jugó una mala pasada. No pretendo juzgar a Carmen Calvo, cuya relación con el tema de este blog es escasita, pero la anécdota me parece interesante para introducir un tema que tiene más fondo del que parece: los conceptos de nadie y de todos.



Las barnaclas carinegras (Branta bernicla) aparecen a cientos en 
Merrion Strand, al sur de Dublín.

Esta historia empieza hace unos meses, con la publicación del Plan Rector de Uso y Gestión -documento que regula qué y cómo se puede hacer en un Parque Nacional - de Illas Atlánticas. Non era sen tempo, vaya, que el Parque lleva 16 años declarado. Aunque no soy un experto, se que tuvo muchísimos problemas, más de los habituales, que no son pocos. Un PRUG debe poner de acuerdo a los agentes sociales y económicos del Parque, y eso no es fácil, en general, pero en Galicia menos. Aunque el documento fue muy criticado (creo que la fase de alegaciones está siendo calentita), y me parece correcto que así sea, tampoco vengo hoy a hablar de esa norma. Tampoco de la paralización de la ampliación del Parque Nacional de Cabrera, ni del estancamiento de la declaración de Mar de las Calmas, aunque también tienen su aquel. Estos temas fueron, eso sí, uno de los detonantes de una conversación relevante con Estéfano, que es uno de esos amigos que caen en la categoría de mis abogados. Relevante para mí, vaya. ¿Por qué -le preguntaba-  es más difícil legislar y restringir sobre el mar que sobre la tierra, si la tierra tiene propietarios particulares y el mar es competencia del Estado?



El PNMT de Illas Atlánticas se enfrenta a grandes problemas 
por lo arraigado de la marinería en su zona.

Era una pregunta legítima y, considero, lógica. Lo aprendido en la carrera respaldaba mi duda. Yo no sabía si, realmente, era más difícil legislar en el mar, pero sí creía apreciar una cierta dificultad a la hora de hacerlo, sin ser capaz de entender por qué. Estéfano me explicó entonces algo que, quizás, deberían haberme explicado en la carrera, por sencillo y por importante. No es que el mar no sea de nadie, es que el mar es de todos. Es cierto que, cuando alguien legisla o restringe en tierra, lo hace (generalmente) sobre propiedad privada. Eso lo hace fácil. Porque, cuando limitas el uso de algo, lo expropias o haces algo similar, debes indemnizar a aquel al que perjudicas. Puede que no siempre acorde a lo que el dueño quisiera, pero lo haces. Cuando hablas de propiedades privadas, tienes una lista de a quién pertenece qué finca, calculas cuánto le afecta y cuánto debes indemnizar. La cosa se complica cuando pasas a cosas que la gente usa libremente: pastos comunales, cañadas, en fin, estructuras de libre acceso, en las cuales tienes que averiguar primero quién las usa y para qué. Resulta -y el concepto lo conocía, aunque no lo aplicara- que el mero hecho de hacer algo a lo largo del tiempo lo convierte en un derecho. El famoso aquí de tó la vía  se ha... Si yo llevo cincuenta años llevando mis ovejas por esta cañada, tú no puedes prohibirme hacerlo sin más, debes compensarme. En tierra, estas estructuras son relativamente menos abundantes. En el mar son... bueno, todo el mar. Como el mar no es de nadie, el mar es de todos, y la cantidad (y, en ocasiones, complejidad) de los usos que se le dan complican mucho las cosas.


Una gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus) chilla a una señora anónima.

Bajo a la calle y, en el hueco que hay al lado de mi edificio, veo una franjita de ría. Con un vistazo puedo distinguir unas diez actividades diferentes, sin pensarlo mucho. ¿Cuánta gente vive, directa o indirectamente, del mar en la Ría de Vigo? Pescadores, mariscadoras, navieras, buques de transporte, de turismo, buzos... la lista es enorme. Y, de pronto, marcamos un trapecio de agua y, ahí dentro, limitamos lo que se puede y no se puede hacer. ¿Sabemos cuánta gente tiene derechos adquiridos en ese trapecio, cuales son, cómo los ejercen y cuánto tendremos que compensar? Resulta complejo sobre el papel, antes incluso de llegar a pie de calle, donde siempre encontraremos más problemas y airadas protestas, porque estamos jugando con el pan de sus hijos. Esos problemas y ese argumento, por cierto, nunca desaparecerán, aunque el Parque cumpla cien años.


El cormorán grande (Phalacrocorax carbo) es protagonista de un amargo
 conflicto con acuicultores y pescadores.


Esta, claro, es la razón -una de las razones- por la que la gestión de Illas Atlánticas es tan complicada. También de que el proyecto de Mar de las Calmas esté tardando. Y, sobre todo, es la razón por la que la queja de pescadores andaluces esté dando tantísimos problemas para la ampliación de Cabrera. Cada acción, cada decisión sobre el mar, requiere una batalla, sangre, sudor y lágrimas. Hace poco comentaba, durante un curso de mediación en programas de recuperación de especies amenazadas del que ya os hablaré, que uno de los problemas que veía es que asumimos que todos remamos en la misma dirección, aunque discrepemos de cómo debemos remar, pero que en muchas ocasiones eso es, directamente, mentira, que en muchos ámbitos las partes del conflicto (porque no se puede denominar de otro modo) no comparten objetivos ni quieren una resolución real del mismo. Y, al final, el perjuicio es, cómo no, para lo de todos.


La intensidad de uso de la costa mediterránea dificulta enormemente su gestión.

Y, ahora, ¿qué hacemos? Me gustaría tener una solución, como estoy seguro de que le encantaría a tanta gente. Ahí es donde radica el problema, precisamente, en la inexistencia de una solución. Las cosas, como sucede tan a menudo, no son como nos gustarían, sino como son. Los cambios acaban viniendo de a pocos, en base a un trabajo intenso, no sólo en lo que es la propia gestión, sino también en concienciación. En conseguir, en definitiva, que los diversos actores a los que no puedes ignorar en un proceso sobre el medio marino, al menos, estén dispuestos a asumir ciertos postulados como propios. Para bien o para mal, la ley nos ata las manos.


Meto esta foto porque me encanta, sin más. Dos gaviotas patiamarillas (Larus michaelis
peleando sobre el Peirao de Ons.