xoves, 13 de decembro de 2018

Amándolos hasta la muerte.

Las plagas resultan, a menudo, fascinantes: una especie que se ve ante una oportunidad de oro y la aprovecha, comienza a crecer y a consumir, a crecer y a consumir, hasta que el ecosistema hace "¡crack!" , y ya no la sostiene. Las plagas llevan a sus ecosistemas al límite, y estos las hacen desaparecer como un jirón de niebla. Sus gráficas son inconfundibles, un incremento (de población, de consumo) exponencial, una línea horizontal llamada límite de carga, y una caída casi vertical. A menudo planteo el hecho de que nuestras propias gráficas no difieren demasiado de las de las langostas.

Entre las playas abarrotadas y el aeropuerto, ¿qué les queda a ellos? P. Nat. Ses Salines.

Ojalá no tuviese que escribir esta entrada. Soy amante de la naturaleza, la disfruto mucho, y quisiera contar siempre cosas bonitas y divertidas. Pero, al mismo tiempo, entiendo que la comunicación ambiental, incluso al nivel que tiene este blog a día de hoy, implica una cierta responsabilidad. No, no voy a entrar en la polémica de Attenborough y Monbiot. La naturaleza es maravillosa, digna de disfrute y loa, pero también merecedora de una responsabilidad que, muchas veces, brilla por su ausencia.

Los equilibrios naturales son, a menudo, delicados. P. Nat. Corrubedo.

En 2001, EUROPARC, la federación europea sobre Parques Nacionales, publicó un informe llamado "¿Amándolos hasta la muerte?", un aviso de en qué podía convertirse el turismo, como una amenaza seria para los Parques Nacionales. Avisaban del turismo irresponsable, de la masificación y, en fin, de todo el pack turístico. Pero hay algunas cosas que EUROPARC no tuvo en cuenta. La primera es el abaratamiento de los viajes. La segunda es la fuerza y accesibilidad de internet. Y la tercera son las Redes Sociales. Estas tres cosas, combinadas, cambiaron para siempre el paradigma del viajero, el modo en que la gente viaja. Cada vez viajamos más, cada vez lo hacemos de modo más independiente, cada vez tenemos una mayor necesidad de mostrar lo que vemos. Surgen tendencias, un modelo de viaje check style, en el que lo importante es pasar por el mayor número de puntos posibles, unos puntos previamente fijados, no por una agencia de viajes, sino por la propia comunidad. Si tuviésemos que describir con una palabra el turismo moderno, esa sería incontrolable. Casi veinte años después de aquel informe de EUROPARC, The Guardian publica un artículo sobre el tema. Os recomiendo encarecidamente leerlo -se que The Guardian tiene una versión en castellano, pero no fui capaz de ponerla-, porque presenta una serie de datos y de imágenes que, combinados, dibujan un panorama desolador. Yo mismo traté parcialmente este tema en una entrada de este mismo blog. Y, al final, todo se remonta al punto común: un turismo mal planteado.


Hollamos hasta las rutas más inaccesibles. Ruta del Cares, P. N. Picos de Europa.

El turismo es un sector amplio, que involucra a mucha gente y a muchos negocios. La valoración del mismo es, por consiguiente, compleja, pero en un Estado en el que supone el 11% del PIB -con picos, valles y el durísimo 44% de Baleares-, se trata de un tema absolutamente central. Es, básicamente, algo importante para todos, por eso los medios le dan importancia a los datos y los políticos se llenan la boca con ellos. Pero, y aquí llega lo preocupante, al ser los datos sobre turismo algo complejo, se tiende a simplificarlos en dos parámetros manejables: los ingresos y el número de turistas (en bruto o en porcentaje de ocupación hotelera), sobre todo el segundo. Esto tiene bastante importancia, a la hora de la verdad, porque cuando basas la información sobre un tema importante en un punto, ese punto se convierte en fundamental. Da igual si lo es realmente o no. Como lo fundamental es el número de visitantes, el objetivo es tener un mayor número de visitantes. Todo lo demás -sostenibilidad del sector, sostenibilidad social y económica de la zona, consumo de recursos, presión sobre los ecosistemas diana y adyacentes, servicios públicos, satisfacción del cliente...- pasa a un segundo plano.

A veces, se cierran tramos durante las temporadas de cría. P. Nat. Hoces del Duratón.

El caso es que, aunque esta forma de concebir el turismo -cortoplacista e irresponsable- es errónea en general, en los espacios naturales es prácticamente un suicidio. El turismo es parte del ADN de los Parques desde su concepción, de eso no cabe duda. Conservación y disfrute son las dos caras de una moneda que tenemos que hacer caer siempre de canto: si nuestra protección es demasiado estricta, incumplimos el fin último de los Parques, si nos volcamos en el turismo, acabamos con el propio Parque. Y, no nos engañemos, la moneda nunca cae de canto: en 1996, con una Red de once Parques, estos registraron más de ocho millones de visitantes, mientras que, en 2017, veinte años y cuatro Parques más tarde, esa cifra prácticamente se duplica. Y a nadie parece importarle. Al contrario, los datos de visitantes son agitados con orgullo. A veces, la sensación que da es que, lo único que importa es marcar el récord de visitantes. Esta actitud, claro, se vuelve -y más se volverá- en nuestra contra. A nadie que lo piense se le escapa que cada lugar tiene un límite de capacidad. 170.000 visitantes anuales pueden ser muy aceptables para Picos de Europa, el segundo Parque más grande de la Red pero, ¿lo son para Tablas de Daimiel, el más pequeño y el que marcó ese dato?¿Puede una isla como Ons soportar seis mil personas al día? El discurso político tiende a presentar los Parques como un recurso turístico, pero dejan de lado que sólo lo son por sus valores naturales. Si, por no controlar adecuadamente el acceso, degradamos estos valores naturales, un Parque Nacional no es nada.

La población de cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis) está en retroceso. LIC Cabo Udra.

Pero no hace falta irse a un futuro de destrucción del medio ambiente para empezar a sufrir las consecuencias de la masificación. Durante el año de vida que tiene este proyecto, realizamos visitas a cinco Parques, con una cierta variedad en cuanto a popularidad, accesibilidad y tamaño. De estas, sólo durante las visitas a Cabañeros y Cortegada sentimos que no estábamos visitando un lugar  con exceso de visitantes. Cabañeros es el cuarto Parque de mayor extensión, pero el menos visitado, y a Cortegada sólo se puede llegar mediante barco particular y previa autorización. Vimos auténticas aglomeraciones en zonas de Picos, Guadarrama o Tablas, y qué decir de Illas. Y todo eso, al final, repercute en el visitante y en la impresión que se lleva. Todo eso, al final, lo estamos viviendo ya. Conozco varios casos de gente que visitó Parques Nacionales y volvió molesta por la cantidad de gente. Que  está claro que, si viste la aglomeración, es porque eras parte de la aglomeración, pero ¿no tiene acaso más sentido establecer cupos de visitantes, basados en la capacidad de la zona, que minimicen el impacto y aseguren que la experiencia será  positiva para el turista?¿No es lógico plantearse esas ideas antes de llegar a una situación límite? El acceso a Cíes, en Illas Atlánticas estuvo este verano mucho más controlado, lo que (aparte de desbordar Ons, donde no existió ese control) demostró que se puede hacer. Pero, para dar ese paso, hizo falta que se armara la que se armó el verano pasado. Quizás deberíamos -todos- plantearnos que conviene empezar a controlar antes. Yo prefiero -y entiendo que esto es una opinión personal- tener que pedir autorización, incluso pagar una entrada o tener que modificar mis fechas y planes, antes que llegar y encontrarme con que el sitio al que voy está hasta la bandera, con una presión que hace peligrar las propias razones que me llevan a ese sitio.

La naturaleza se resiste a dejar su lugar pero, ¿podrá? ZEPA A Ramallosa.

Creo firmemente -nunca sabré si por confianza o por ingenuidad- que el concepto de Parque Nacional, así como todos aquellos conceptos que parten de esa lejana y pionera visión que dio origen a cómo entendemos los espacios naturales protegidos, pueden gestionarse de un modo sostenible, no sólo ecológicamente, sino social y económincamente. Buena parte de mi intención con este proyecto es, precisamente, esa. No es un trabajo fácil, eso está claro. Pero, si hay voluntad de las partes implicadas, es posible. La cuestión es que la haya.