martes, 22 de xaneiro de 2019

Como el llanto de un niño.

Cuando alguien me pregunta, siempre recomiendo Ons. De los cuatro archipiélagos que componen el Parque Nacional Marítimo-Terrestre de Illas Atlánticas de Galicia, sólo dos son visitables por libre, Cíes y Ons. Cíes lleva la fama, pero Ons tiene el alma. Tanto desde mi experiencia en ambos archipiélagos como desde mi formación como guía, recomendar Ons tiene bastante sentido. En primer lugar, porque Ons es cómoda: así como Cíes tiene grandes desniveles que, por otro lado, propician sus impresionantes acantilados, Ons es una isla relativamente llana. Esto puede parecer un motivo un poco bobo, pero mi experiencia es que la gente tiende a hacer más recorrido en Ons, precisamente, por la mayor facilidad. Que no es que Cíes sea particularmente dura, pero la subida al Faro, en verano, tiene su puntillo. También suele (suele, volveré a eso más adelante) tener menos gente. Los últimos años, Cíes era un infierno de gente, mientras que Ons estaba bastante aceptable. Otro motivo es que Ons tiene una vegetación más parecida a la original, de matorral almohadillado, el tipo de vegetación típico de la costa gallega, aunque tiene un pequeño bosque de pinos que abastecía de madera a sus habitantes. Creo que, aunque la falta de sombra puede ser un poco molesta, ir a un Parque Nacional a ver una vegetación que no es la natural tiene poco sentido. Y, finalmente, Ons es una isla habitada. Para mí, el concepto de el hombre y el medio es realmente interesante, y el modo de vida de sus habitantes es algo que aprecio enormemente. Esto también permitió conservar algunas tradiciones e historias que son parte del encanto del Parque. Y es una de esas historias la que voy a contaros hoy.


Los toxos llegan hasta los acantilados en la costa atlántica gallega.

De los mitos y leyendas gallegas, pocas son tan conocidas -de nombre- como la de A Santa Compaña, una procesión de almas en pena que recorren las parroquias, heredera probablemente de tradiciones similares de origen pagano. Quizás el término mito sea un poco concreto de más, pues A Santa Compaña es más bien un fenómeno, con sus particularidades y diferencias según donde te encuentres. Una de las formas más conocidas -y una grandiosa protocampaña publicitaria- es la que la relaciona con Santo André de Teixido, una pequeña aldea enclavada en Serra de Capelada, los acantilados más altos de la Europa continental, cuya ermita cobró fama como lugar de peregrinación. Reza el dicho "A Santo André de Teixido vai de morto quen non foi de vivo" y, en esta versión, la Compaña recoge a las almas penitentes que deberán viajar a la ermita. El fenómeno de A Santa Compaña da (y, si no me equivoco, dio) para varias tesis doctorales pero, de sus múltiples formas, la que más cariño me inspira es la de Ons.


Castelo das Rodas comenzó a construirse en la cara este, pero nunca se terminó.

Según nos contaron, en Ons, A Santa Compaña vive en Noalla, llega por mar y desembarca en Punta Centolo, al norte. A continuación, recorre la isla de norte a sur y desaparece por el Buraco do Inferno, en el extremo sur. Por lo que nos dijo una guía, Ons es el único lugar, que ella supiera, en que tenía día y horas: llegaba siempre en jueves, a las séis, y desaparecía a las ocho. Aunque no encontré más referencias a ese detalle, lo incluyo porque me parece curioso, sea o no verídico. Otras versiones dicen que A Compaña desembarca en un lugar u otro según qué noticias traiga. Sea como sea, las versiones parecen coincidir en algunos puntos, y el principal de ellos es el Buraco do Inferno.


La pesca atrae a las gaviotas, y las gaviotas a los impresionantes 
págalos grandes (Stercorarius skua).

El Buraco do Inferno es un agujero, fin. De ahí su nombre (buraco/burato, agujero), por otro lado. Se trata de un derrumbe (no tengo claro que el término dolina pueda aplicarse a un ambiente no kárstico) sobre una furna (cuevas excavadas por el mar, abundantes en la costa gallega) que llega hasta el fondo de la misma. Es posible descender por el Buraco, llegar al agua y salir por la boca de la furna, vaya. Mucha gente tiene este lugar en mente cuando visita Ons, porque el nombre resulta llamativo, y mucha gente se decepciona porque, como digo, es un agujero en el suelo, con una valla de madera alrededor que impide acercarse y ver el mar al fondo, a unos cuarenta metros. A veces se oye, retumbando en las paredes, otras no. La verdad es que, aunque parece algo propio del ser humano concederle propiedades al diablo y entradas al infierno, el nombre parece quedarle un poco grande al sitio. Pero, ¿por qué ese nombre? No se trata de un simple topónimo, sus habitantes creían, efectivamente, que el Buraco era una puerta al infierno porque, de su interior, salían sonidos confusos y gemidos, como el llanto de un niño.


Faro de Ons, uno de los últimos habitados.

Cualquiera que haya estado en una dolina costera o una estructura similar sabe que suena raro. En efecto, el sonido del mar dentro de una geometría extraña genera unos sonidos sorprendentes (choques, roces, succiones...), pero ninguno de ellos suena como un niño llorando. El Buraco sí sonaba así. Tengo dos versiones del origen de ese sonido, ambas plausibles, ambas defendidas por gente de criterio... y ambas propias de tiempos pasados. La primera y más aceptada dice que ese ruido lo provocaban los araos (Uria aalge) que criaban en la furna. El arao es una especie paleártica cuyo límite sur de distribución llegó hasta Lisboa, pero actualmente en retroceso. En Galicia, de hecho, las últimas parejas dejaron de criar hace poco. La segunda es que se trataba también de una colonia de cría, pero de foca gris (Halichoerus grypus), otra especie en retroceso que ya no cría en Galicia. Apoya esta teoría la confusión de algunos isleños actuales (o actuales hace unos quince años) sobre el origen de estos llantos, relacionándolos con presencia de nutrias. Las nutrias son una especie conocida (y, hasta cierto punto, reconocible) del litoral gallego y que, con el paso de las generaciones, se mezcle con una especie relativamente similar es perfectamente plausible. Pero, ¿qué especie era la que provocaba ese sonido, qué especie lloraba como un niño?¿Fueron los araos, las focas u otro animal misterioso el que dió su nombre al Buraco, aliñando las leyendas de la isla? Sólo hay algo que sabemos a ciencia cierta, fuera quien fuese el causante, ya no está. Con su marcha, con el cese de los llantos en el Buraco, una parte de lo que es Ons, de lo que somos los seres humanos, se fue también. Y eso, en cierto modo, es triste.


Aunque no muy apreciadas, las gaviotas patiamarillas (Larus michaelis) son 
una de mis especies favoritas.

Dije al principio que volvería al tema de los visitantes. Creo necesario reflexionar sobre el modo en que lo que somos tiene que ver con la naturaleza a nuestro alrededor y cómo vamos perdiendo pequeñas partes de nuestro ser sin darnos cuenta, sin darle importancia. Durante el verano de 2017, la masificación de Cíes llevó al desvío de tráfico a Ons y al establecimiento de un control estricto en Cíes. Ons, que careció de él, se masificó, con miles de visitantes más de los permitidos. La última persona a la que recomendé Ons volvió francamente molesta, y lo entiendo. Espero que el de 2019 sea un año en que el control se extienda a Ons y la isla vuelva a ser un sitio visitable, no un campo de concentración en medio del mar. Su supervivencia es, en cierta medida, la nuestra.


Con el sol poniéndose entre las nubes, Ons no dice "adiós", sino "hasta la próxima".

NdR: Efectivamente, en una entrada sobre nutrias, focas, araos y el Buraco do Inferno no hay una sola foto de ninguna de esas cosas. Tendréis que disculparme, pero mi archivo fotográfico no es tan amplio como quisiera a veces, tendré que trabajar duro para poder conseguir cubrir esos huecos.

martes, 1 de xaneiro de 2019

Ojeadas, pasos y sombreros de copa.

Tres sombreros de copa es, probablemente, mi obra de teatro favorita. Me gusta especialmente el diálogo que mantienen Paula y Dionisio cuando este último descubre que es un "terrible bohemio", que pasaba por la vida sin vivir. Una idea similar a la que planteaba Thoreau, "Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida, para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido"[1].  Puede que esta frase de Thoreau, que, por cierto, fue uno de los primeras espadas del movimiento literario que inspiró la aparición de los Parques Nacionales, os suene de El Club de los Poetas Muertos, donde aparece y donde un Lume algo más joven que ahora la escuchó por primera vez. Supongo que muchos sentimos en ocasiones ese mismo miedo, ese mismo deseo de vivir, no sólo transitar por la vida. Supongo que todos miramos alguna vez a Paula y le decimos aquello de yo me marcharé contigo y aprenderé a hacer juegos malabares con tres sombreros de copa. 




Entiendo que, si llegaste aquí, no es porque tengas un interés particular en mis gustos literarios. Pero me parece que entradas como esta son necesarias, tanto para mí, personalmente, como para esta humilde bitácora. Cuando haces algo, más allá de las ganas y la ilusión que le pongas, conviene parar a veces, dar un paso al lado y valorar las cosas con calma. Ver, en definitiva, qué hiciste y cómo vas a continuar. Y este momento, cuando The National Parking Project cumple un año de vida, me parece tan bueno como cualquier otro y mejor que la mayoría. Vamos a ello.




Como os contaba en el Piloto, este proyecto nació un poco a tirones. Había un sustrato fértil, claro, y una base de conocimientos que, en aquel momento, parecía sólida. Conjugaba viejas aficiones, como escribir, con otras más recientes, como la fotografía, y las aderezaba con el atractivo profesional de la divulgación ambiental. No sabría decir qué me llevó a unir esas piezas en este proyecto, cual fue el detonante concreto, pero el caso es que empecé a valorar el tema y a concretarlo. Quizás, viéndolo en perspectiva, debí plantear el asunto de un modo más detallado, ponerme unos objetivos más específicos, unos plazos, determinar adecuadamente los medios. Pero claro, eso es fácil verlo ahora, y hace un año era difícil prever muchas cosas: no sirve de nada llorar sobre la leche derramada y, una vez echado a rodar, sólo queda seguir y adaptarse a lo que viene. Quizás los próximos meses sean una buena ocasión para ir solventando algunos de los problemas e ir implantando algunas de las ideas felices que me van surgiendo. 




Al plantear este proyecto, lo diseñé como una mezcla entre hobby y aprendizaje. Supongo que fue, sobre todo, un asunto de miedo, miedo a tomármelo de otro modo y luego descubrir que, en realidad, no me gustaba el proyecto y terminar abandonándolo. También, claro, que no tenía (ni tengo, en realidad) mucha idea de cómo podría convertir esto en algo más. Pero pronto, muy pronto, dos empresas pequeñas me contactaron y, aunque no concretamos (ni avanzamos, en realidad), el mero contacto me hizo pensar que, quizás, sí hubiese cosas que podría hacer al amparo del NPP. Pero, por el momento, esas cosas ni están ni se las espera, así que sigo ciñéndome a la idea original, que es aprender y practicar... aunque en algunas cosas me estampé hasta en esto. El ejemplo más claro es, quizás, la realización de vídeo, mundo al que pensé entrar con un optimismo rayano en la ceguera y en el que fracasé con claridad. Tengo, incluso, la cuenta de YouTube montada, pero cuando llegó la hora de la verdad -lo que viene siendo grabar, editar, en fin, esas cosas sin importancia-, los resultados fueron tan horribles que lo dejé. Vaya zarpas tengo para grabar vídeo, mi madriña. Quizás, no debería haberme metido tan alegremente en ese mundo, o quizás debería haber perseverado, no lo se. Le veo potencial, y no poco, pero no tengo claro que, ahora mismo, tenga la capacidad ni el tiempo.




Tengo la sensación, a estas alturas de entrada, de que no hago más que quejarme, y eso es francamente injusto, así que voy a hablar de Parques. A lo largo de este año, visité siete -Monfragüe, Illas, Cabañeros, Guadarrama, Tablas y Picos, mas Peneda-Gerês, en Portugal- en trece visitas. Parece mucho, aunque tiene truco: de esas visitas, sólo la de Picos fue un viaje como tal -un viaje corto e intensísimo, todo sea dicho-, el resto de Parques que visité quedan lo suficientemente cerca de mi casa o la de mis padres como para visitarlos de excursión. A pesar de ello, supuso un esfuerzo considerable (organización, documentación, las propias visitas, el trabajo posterior con el material obtenido...), así que no puedo calificar el año de otro modo que no sea intenso. No hice todo lo que quería hacer (el caso de Cabrera es una espina clavada, pero cuando llegó el momento no me lo podía permitir económicamente), algunas cosas no salieron exactamente como las planifiqué (este año, la nieve fue nuestro más implacable enemigo), eso está claro, pero el conjunto resulta muy satisfactorio. El hecho de conocer o re-conocer los Parques, con la vista puesta justamente en conocerlos, fue una experiencia muy agradable, y la mejor prueba de ello es que, un año después, quiero continuar. ¿Qué más se puede pedir?




Este proyecto me dio también la oportunidad de continuar con dos aficiones que no quiero perder: escribir y fotografiar. Llevo escribiendo desde que tengo memoria, con muchos altibajos y con épocas de escribir, literalmente, nada. Esa experiencia me infundía un cierto miedo a que me pasara lo mismo con la fotografía, porque el simple hecho de que algo te guste no significa que vayas a hacerlo. Uno de mis mayores problemas con la escritura, que podía haber trasladado perfectamente, es la falta de un objetivo. Esto -el blog y las RRSS- me da ese objetivo, una razón para seguir creando. También me está permitiendo especializarme, es decir, no ir desarrollando esas aficiones de modo aleatorio, sino enfocadas hacia la divulgación ambiental. Creo que soy mejor en esto que hace un año, y espero que, cuando vuelva a encontrarme ante la pantalla en blanco dentro de un año, pueda reconocerme mejor aún. 




No quiero despedirme sin unos buenos agradecimientos. En primer lugar a mis copilotos (Irene, Olalla, Lucía, Yaiza, Lasa, Mercedes, Jesús y Borja), que me habéis aguantado en una o varias visitas. La mitad del viaje es la compañía, y siempre se agradece contar con gente como vosotros. También a mis padres, Celia y Pablo que, aparte de copilotos y aguantadores profesionales, me metieron en el mundillo (mientras gruñían aquello de "genial, otro muerto de hambre en la familia"). No puedo olvidar a todos aquellos que me habéis ayudado en las visitas: personal de los Parques, guías nativos, hosteleros, aguadores salvavidas y aportadores de información valiosa en general. Tampoco a aquellos que, a lo largo de este año, me habéis felicitado y dado apoyo y consejo. Os confieso que me sigue dando un poco de vergüenza cuando lo hacéis, pero que significa mucho para mí. Y, finalmente, a ti, que lees este blog, que nos sigues en Instagram o Facebook. Todo este proyecto también es vuestro.




Si algo me trajo este año es la posibilidad de decir hoy que seguiré, seguiremos. Ara ve lo bo.

~

[1] I went to the woods because I wished to live deliberately, to front only the essential facts of life, and see if I could not learn what it had to teach, and not, when I came to die, discover that I had not lived. H. D. Thoreau. Gracias, Javier, uno de los mejores profesores de mi vida, porque esto es también cosa tuya.