mércores, 21 de novembro de 2018

Cabañeros en berrea.

¡Vaya fin de semana! O más bien, vaya puente, vaya cinco días más intensos. Y es que, ya que nos acercábamos a Madrid, decidimos aprovechar con los Parques más cercanos. Nuestra intención era aprovechar Guadarrama antes de que llegase la nieve y subir a Peñalara, pero estamos gafados con este Parque, y tuvimos que rectificar sobre la marcha y volver a Monfragüe. También asistimos a la segunda jornada del I Congreso Nacional de Turismo Ornitológico, donde pudimos hablar con algunos de los grandes profesionales del sector y ver cómo plantean su trabajo. Y, sobre todo, descorchamos la botella de Cabañeros con una primera visita que, aunque un poco limitada por el tiempo, nos dejó bastante satisfechos como visitantes... aunque un poco menos como fotógrafos. Pero no adelantemos acontecimientos.


El ciervo rojo (Cervus elaphus) es la especie insignia de Cabañeros.

Declarado en 1995, tengo recuerdos de Cabañeros desde que soy muy pequeño. Creo que tiene que ver con que mis padres respetaban bastante a Pepe Jiménez, su primer Director. O con que anduviesen pendientes del tema en aquella época -el de la conservación de la naturaleza es un mundo pequeño-, ¿quién sabe? El caso es que fue uno de los primeros nombres que me aprendí de la ristra de los, entonces, once que constituían la Red. Con el tiempo, mi padre trabajó varias veces allí, sobre todo con lepidópteros. A pesar de ello, y de que está relativamente cerca de Madrid, la de este puente fue mi primera visita. ¿Y qué sabíamos, antes ir?¿Qué esbozo podíamos hacer del Parque antes de poner el pie en él? Cabañeros es el tercer Parque de mayor extensión, sólo por detrás de Picos y Sierra Nevada, pero también el menos visitado. Localizado en Montes de Toledo, se trata de un Parque de montaña mediterránea -"parecido" a Monfragüe y Peneda-, con bosques de encinas, rebollos y especies similares, y sotobosques impenetrables de jaras. Si bajamos hacia el pie de monte, las curvas de nivel se separan para convertirse en una llanura adehesada, en la que las herbáceas dominan y las especies de arbóreas se alzan, solitarias en el conocido como Serengueti español, la Raña. En lo relativo a fauna, no hay imagen más conocida de Cabañeros que el ciervo rojo, aunque otras muchas especies, entre ellas las amenazadas águila imperial ibérica y buitre negro, conviven en el Parque de un modo más discreto. Estando a primeros de Noviembre, además, contábamos con pillar el final de la berrea, la época de celo del ciervo rojo, un espectáculo que es uno de los principales atractivos de Cabañeros. La geología tiene su importancia también aquí: a diferencia de los otros Parques de montaña mediterránea que habíamos visitado, la roca predominante en Cabañeros es la cuarcita, una roca muy, muy dura, lo que dificulta la erosión, y es la razón por la que, si hubiese que describir con una palabra el suelo de Cabañeros, esa sería pedregal. ¡Si os decidís a visitarlo, recordad pisar con cuidado y llevar buen calzado!



Un par de apagadores (Macrolepiota procera) entre las jaras.

Debido a nuestras circunstancias y siguiendo los consejos de todos aquellos con los que hablamos del tema, decidimos contratar una salida en 4x4 por la Raña ya que, según nos comentaron, era el mejor modo de ver el interior del Parque. Cabañeros tiene una forma aproximadamente rectangular, pero las carreteras lo cruzan perpendicularmente. Estas carreteras son tres, la norte, que recorre la última ampliación, la zona más montañosa, la centro, que une Horcajo y Retuerta, que atraviesa el corazón del parque, y la sur, que deja la Raña al norte y la atraviesa brevemente en Torre Abraham. La cantidad de Parque que puedes ver desplazándote en coche es, en definitiva, escasa, mientras que las rutas en 4x4 permiten entrar en su interior. Existen, claro, rutas de senderismo, que no podíamos hacer en esta ocasión pero que, sin duda, serán un modo aún mejor de conocer Cabañeros, siempre que uno tenga el tiempo necesario. Teniendo en cuenta la exigencia horaria de la ruta, tuvimos que ir un poco aceleráos por la mañana. Entramos por Retuerta, cogiendo la carretera central. Mientras íbamos dirección Toledo, elucubrábamos sobre la cantidad de luz que íbamos a tener - el día anterior habíamos sufrido una luz bastante dura en Monfragüe -, expresando deseo de tener un día nubladete. Famous last words. Al pasar Retuerta empezamos a ver nubes y más nubes, bajas hasta tocar las cumbres y, finalmente, envolvernos. Irene -que repitió como acompañante- estaba encantada, y yo... bueno, yo también. Aunque la niebla, relativamente poco densa, ocultó todo el paisaje y a la mayoría de la fauna, la verdad es que el ambiente era impresionante: un bosque absolutamente impenetrable, con árboles cubiertos de liquen, todo ello rodeado por la niebla. A nivel fotográfico no le saqué demasiado partido -alguien más hábil habría podido, seguro-, pero como visitante, que al final es lo que soy, me quedé encantado con esa impresión de bosque encantado y la atmósfera envolvente y tranquila.


Las nieblas nos acompañaron toda la mañana, envolviendo el bosque.

A medida que nos acercábamos a Horcajo, la niebla fue aclarando. Menos mal, pensaba, para la visita a la Raña habría sido un dolor. Mi preocupación era legítima: la gracia de las dehesas, como lugar a visitar, es justamente que se trata de un espacio abierto, en el que es relativamente fácil ver fauna. Si dejas caer sobre una dehesa una capa de niebla, ves un muro gris y algún árbol suelto. Pero las nubes quedaban atrás y, a medida que nos acercábamos a Casa Palillos, el Centro de Visitantes del Parque -el clásico, al menos, hay otro en Horcajo que no visitamos-, el cielo fue despejando, dejándonos ver la Raña. Siguiendo con mi costumbre de entrar en cada Centro de Visitantes, Casa Palillos no fue la excepción. Es un centro pequeño, pero suficiente, bastante proporcionado al número de visitantes que recibe, y bien cuidado, salvo por alguna foto un poco amarilleada, mal extendidísimo a lo largo del Estado. El exterior tiene un agradable jardín con especies autóctonas y reconstrucciones de elementos clásicos de la zona, entre ellas las cabañas y las carboneras. Simpático, agradable y proporcionado, lejos de la megalomanía de algunos centros modernos.


Una hembra de verdecillo (Serinus serinus) vigilando la Raña.

Ya en el 4x4, comenzamos la visita por la Raña. Aunque las comparativas con el Serengueti son un poco exageradas, desde luego hay reminiscencias. Entre los árboles aislados y las plantas herbáceas, ahora amarillentas y que en primavera estallan en un mar de colores, hasta podíamos ver nuestros antílopes. Bueno, en realidad eran ciervos, pero daban el pego, y los había a cientos. Nos contaban los guías que el ciervo es problemático, porque carece de depredadores en el Parque, lo que en una especie "diseñada" para ser controlada por otras puede llevar a una sobrepoblación que dificulta la gestión del Parque. Quizás en un futuro, la población de ciervos pueda controlarse de un modo natural, en definitiva el lobo sigue expandiéndose hacia el sur y, si no cambia la tendencia, es de esperar que termine por llegar a Montes de Toledo. Pero a día de hoy no es así y, si algo abunda en Cabañeros son, precisamente, los ciervos. Aunque no escuchamos apenas berrea, porque estaba terminando ya, la concentración de estos animales resulta verdaderamente llamativa. Vimos bastantes más cosas -milanos, cernícalos, ratoneros, perdices e incluso un par de águilas imperiales- pero, un poco como sucede en Monfragüe con los buitres, la cantidad de ciervos y lo fáciles de ver que son entierran un poco el resto de especies. Termino ya, y no quiero dejar de mencionar el molino del Brezoso, bastante antiguo -se sabe que existía durante el reinado de Felipe II, y se cree que ya entonces tenía siglos- y recientemente restaurado. Aunque más pequeño que, por ejemplo, Molemocho (Tablas de Daimiel), la restauración es buena, y es una herramienta bastante didáctica, con explicaciones de calidad que se ligan, no sólo a la historia del Parque, sino también a su geología o su hidrología.


La Raña destaca por su mezcla de herbáceas y árboles aislados.

Marchamos de Cabañeros -haciendo slalom por la carretera para esquivar la enorme cantidad de sapos que la cruzaban- satisfechos con la visita. Sabíamos de antemano que el momento no era el ideal pues la berrea estaba terminando y la época del año es, probablemente, la menos llamativa en cuanto a especies. A cambio, evitamos los momentos más duros de una zona con un clima bastante extremo, y disfrutamos de un día de niebla precioso. Como avanzaba al inicio de la entrada, fotográficamente no marché satisfecho, sobre todo porque no pude fotografiar todo lo que vi -¡Anda que no habría cambiado el cuento de haber podido aprovecharlo todo!-, pero es algo con lo que uno tiene que aprender a vivir. Nos dejamos para próximas visitas una carretera y varias sendas de montaña, así como el espectáculo de la Raña en primavera. Esperamos volver pronto y, con suerte, seguir descubriendo lo que Cabañeros aún nos oculta.


Las cabañas de carboneros y pastores dan nombre al Parque.

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