Mi nombre es Pablo Pereira, aunque hace años que se me conoce como Lume. Desde que nací, mi vida estuvo ligada a los Parques Nacionales, pues mis padres trabajaban en el Centro de Recuperación de El Acebuche, en Doñana. Mi infancia transcurrió en el entorno del Parque, y no escasearon los días en que los pinares del Centro fueron mi patio de juegos. Como era un niño bastante curioso, pasé años participando en el trabajo que llevaban a cabo mis padres: revisiones de las cámaras de fototrampeo, necropsias de animales que aparecían muertos, cuidado y alimentación de los animales en proceso de recuperación, en fin, un poco de todo. Es cierto que siempre viví inmerso en el sacrificio de lo personal -vacaciones cortadas a mitad o directamente no tomadas, llamadas de madrugada, momentos de gran estrés- pero es algo que pagaban mis padres. Yo vivía encantado, y aquello me permitía una infancia atípicamente formativa. Aún me recuerdan cuando, teniendo cinco años, recorrí las clases de mi curso de preescolar contándole a mis compañeros cómo había pasado el fin de semana salvando -bueno, ayudado por mis padres- a unas cercetas pardillas durante el vertido de Aznalcóllar. La verdad es que no me puedo quejar. Esta época de mi vida -sencilla, como suele serlo la infancia antes de tomar conciencia verdadera del mundo- tiene su importancia, que no es poca. Para mí, la existencia de los Espacios Naturales Protegidos en general y de los Parques Nacionales en particular, la conservación de la naturaleza y su importancia como patrimonio nunca fueron algo a poner en duda. La mayor parte de la gente que cree en esas cosas llega a ellas a través de un desarrollo personal, pero yo mamé aquello desde el primer momento. No era, no es, algo negociable, algo a lo que renunciar. Para mí, proteger la naturaleza y defender los ENPs fue siempre algo obvio e indiscutible.
El lince ibérico le debe mucho a Kevin y Cati, esta pareja de linces rojos. Para mí, fueron compañeros de juego.
Pasó el tiempo y cambiaron los vientos: mis padres se vieron obligados a dejar Doñana y abandonar Sevilla, donde vivíamos. Nos trasladamos a Madrid, donde viví los séis años siguientes, los únicos de mi vida en que no lo hice en el entorno de un Parque Nacional. Resulta curioso, no obstante, que, después de marcharme, declarasen el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama por lo que, desde cierto punto de vista, puedo considerar que esos séis años los pasé más o menos en el entorno de un Parque Nacional. Durante estos años, clave para elegir mi futuro, siempre tuve claro que quería ser biólogo o algo similar. A pesar de que mis notas en Ciencias Naturales nunca fueron buenas -pese a lo cual saqué buenas notas en Selectividad- y que mis profesores "de letras" nunca me lo perdonaron, elegí ese camino, siguiendo los itinerarios científicos que pude. Tenía mejores notas en áreas como la Historia o la Literatura, por las que siempre tuve un gran interés, pero no las veía como opciones profesionales. Durante los últimos años que pasé en Madrid, decidí que quería estudiar Ciencias del Mar en Vigo. En buena medida, la elección estuvo marcada por ser descendiente de emigrantes gallegos, no voy a negarlo.
Y así lo hice. Estudié y me gradué en Ciencias del Mar en Vigo, que es a día de hoy mi ciudad, donde sigo estudiando (en la actualidad, Geoinformática). De nuevo, por cierto, junto a un Parque Nacional, el de Illas Atlánticas de Galicia, algo que tiene que ver, y no poco, con que estés leyendo estas palabras.
No todo iba a ser estudiar: alguna vez también hicimos cosas divertidas, como esta salida a bordo del Mytilus.
Toda esta historia desemboca en el mes de Noviembre del año pasado cuando, estando precisamente en Illas Atlánticas, realizando la fase práctica de un curso, empecé a pensar en proyectos relacionados con los Parques. Como no tengo intención de mentir, reconoceré que estaba en casa, pensando en el curso y en lo que me había gustado, cuando empecé a plantearme un viaje. Y es que, desde que empecé con la fotografía (hace aproximadamente un año) y descubrí lo que me gustaba la de naturaleza, una parte de mi cerebro piensa continuamente en viajes y excursiones en los que dedicarme a ello. Aquella tarde, me planteaba la posibilidad de recorrer los Parques Nacionales de Estados Unidos, algo que no era la primera vez que pensaba, así que abrí el ordenador y empecé a esbozar. Lo primero que hice fue eliminar los Parques que estaban fuera del "cuerpo", es decir, los isleños y los de Alaska. Aún así, tenía delante de mí un mapa lleno de puntos demasiado uniformemente distribuidos. Calculé que iba a necesitar una cantidad de tiempo y de dinero de la que, simplemente, no disponía. Y, entonces, tras una micra de depresión, cambié ligeramente mi perspectiva.
No es extraño buscar lejos lo que uno tiene cerca. Yo siempre me consideré un "parquero" auténtico, si España tiene quince Parques, yo visité en algún momento ocho, que no es mala cifra. Pero el caso, lo triste, es que no los conozco. ¿Cómo -y, sobre todo, por qué- podía plantearme recorrer los Parques en EEUU sin siquiera conocer los que tengo aquí al lado? Y así nació esta idea y este blog.
Cuando no tienes materiales, lo improvisas, como en este planning casero.
Durante los próximos tres años -dudo que sea menos y espero que no sea mucho más-, recorreré los Parques Nacionales de España. Mi intención es documentar esos viajes tanto como pueda y usar este blog para ir contando cómo va el proyecto. Si debo marcarme un objetivo, ese es que este blog no sea un simple diario, sino un punto en el que compartir mi visión de los Parques, las pequeñas historias que los hacen grandes. Si debo marcarme un objetivo, ese no puede ser otro que poner en relieve la importancia de nuestros Parques, no desde un punto de vista elitista y lejano, sino como algo que es parte de todos.
Porque, en definitiva, también son tuyos.
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