luns, 5 de febreiro de 2018

Un poco de perspectiva - Illas Atlánticas de Galicia

La primera vez que oí hablar del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de Illas Atlánticas de Galicia estaba en la casa en que vivíamos en Sevilla y debía tener unos ocho o nueve años. Lo recuerdo porque estábamos con un amigo de mis padres, Emilio, que iba a marcharse para ser el primer Director de dicho Parque y porque, en cierto momento, Emilio me tiró vestido a la piscina. No fue el único en hacer eso, por cierto, tirarme vestido a la piscina era casi una tradición en aquella casa, seguro que porque ellos eran mala gente, no porque yo fuese un niño insoportable. Me daba pena, con todo, porque Emilio me caía bien, así que Illas y yo no empezamos precisamente con buen pie. Y cualquiera diría que el siguiente contacto, no demasiado después, tampoco fue bueno, pues la segunda vez que oí hablar de este Parque fue porque cierto petrolero, por todos conocido, y gracias a una cadena de demasiados errores, estaba soltando su contenido delante de las costas gallegas. Gracias a esto, pasé un mes en casa de uno de mis mejores amigos del colegio mientras mis padres se desplazaban a Galicia como parte del grupo que movilizó el Organismo Autónomo de Parques Nacionales. En realidad, vivir con la familia Carrasco Martos me gustó, y se portaron muy bien conmigo (dándome la razón en lo de no ser un niño insoportable, creo), y cuando veía en la tele cómo salían las labores de limpieza decía ¡Mira, ahí están mis padres! Puede que no literalmente, pero esa era la idea. Creo que fue ahí donde le cogí cariño a Illas Atlánticas. No porque me permitiesen estar un mes sin mis padres (o, en los años siguientes, y debido al problema de los visones, sin padre a rachas de medio mes), sino porque, si se habían ido hasta allí, seguro que ese sitio merecía la pena. Sin haberme acercado a Galicia desde los tres años, me sabía los nombres de las islas bastante mejor de lo que me conozco aún hoy la fisionomía de la mayor parte de los Parques.




2011 fue un año de cambios profundos. El más importante, supongo, fue venirme a Vigo, algo que cambió el modo en que se desarrollaba mi vida en muchísimos aspectos. Y entonces este Parque pasó a estar cerca, muy, muy cerca. Para aquellos que no conocéis Vigo, desde la ciudad se ve, como parte habitual del paisaje, el más meridional (y famoso) de los archipiélagos de Illas, el de Cíes, que son uno de los elementos más conocidos de la ciudad. ¿Vas a la playa? Ahí están. ¿Subes a la Universidad? Ahí están. ¿Huyes de Vigo porque estás harto de ver las islas? Las ves mientras te marchas. Son omnipresentes. Yo pasé, además, mi primer año de Universidad en una residencia en la propia ciudad universitaria (CUVI para los amigos), que está en lo alto del monte de As Lagoas, así que sólo tenía que salir a la terraza para disfrutar de unas maravillosas vistas de la ciudad y las islas. Y los atardeceres, mi madriña los atardeceres... La Universidad tampoco ayudaba a olvidarse de Cíes. Estudié Ciencias del Mar (Oceanografía), así que la cantidad de trabajos y bibliografía con que nos topamos perteneciente o relativa al Parque Nacional en general y a Cíes en particular fue francamente grande. Fue, hablando mal y pronto, nuestro terreno de juegos. Quizás por eso tardé tres años en visitar Cíes, porque, en definitiva, estaba ahí al lado. Tampoco considero que aquello fuese una visita de verdad, porque consistió en pasarnos el día buceando en la playa de Figueiras, así que, en realidad, tardé séis años en visitarlas. Se dice pronto.


El de Ons fue el primer archipiélago que visité, hace ya cinco años.

Dejando de lado mis motivos más o menos estúpidos para tardar en visitar Cíes, lo cierto es que Illas Atlánticas es un Parque relativamente complejo de visitar. Esto es así, en primer lugar, porque es un parque completamente insular, y eso quiere decir que no puedes llegar en coche, sino que dependes (salvo que tengas una embarcación) de las navieras para acceder al mismo, lo que supone tener que adherirte a sus condiciones y horarios. Esta particularidad no es exclusiva de este Parque, ya que la comparte con Cabrera pero, a diferencia de este, existe un segundo problema: se trata, no de uno, sino de cuatro archipiélagos repartidos por tres rías: Cíes en la de Vigo, Ons en la de Pontevedra y Sálvora y Cortegada en la de Arousa. Según mis cálculos, ver adecuadamente el Parque Nacional llevaría un mínimo de siete días y requeriría una titulación de buceo, lo que no es moco de pavo. Pero no es la única limitación, ya que las navieras sólo prestan servicio a Cíes y Ons, y sólo en temporada estival. Llegar en otra fecha o visitar Sálvora y Cortegada requiere de una embarcación propia o una empresa privada, sin ser posible rebasar los 125 visitantes al día en estas dos últimas. Cíes y Ons tienen un cupo bastante más laxo, de 2000 personas al día en periodo estival.


Entre la bruma, Cíes, desde el Faro de Silleiro.

De los cuatro archipiélagos, el de Cíes es, sin duda, el más conocido. Me gustaría decir que es porque ya era Parque Natural antes de que se declarase el Nacional, pero en realidad es porque ha sido ampliamente promocionado como destino turístico... de playa. Y es que la playa de Rodas, que une las islas de Monteagudo y Faro, tiene una arena fina y clara y unas aguas transparentes y de un color azul impresionante que le han valido el calificativo de "caribeñas" (evidentemente otorgado por gente que no metió el pie en ellas, porque el frío de estas aguas es también proverbial). Yo debo reconocer que nunca le vi la gracia a Rodas porque, si algo hay en las Rías Baixas, son playas bonitas, y creo ver Cíes desde la playa es un mejor paisaje que ver Vigo, pero a gustos, colores. Para lo que sí sirve Rodas es para ejercer de malla y retener a una parte nada desdeñable de los visitantes, que consumen plazas del cupo sin ocupar los senderos ni generar un impacto disperso. Pasada Rodas, ante nosotros tenemos unas cuantas rutas que recorrer, unas hacia el norte, por Monteagudo, y otras, las más populares, hacia el sur, cruzando la pasarela del Lago dos Nenos para visitar la isla de Faro y subir al faro de Cíes, que le da nombre, desde donde se aprecian los escarpados acantilados de la cara oeste de las islas, donde anidan miles de aves marinas.


Ons, desde San Vicente do Grove

Aunque menos popular que Cíes, el archipiélago de Ons es también ciertamente conocido. Siendo el único archipiélago aún poblado, se erige en último testigo del poblamiento de las islas y de unos usos, costumbres y tradiciones que se están perdiendo. Más pequeña y llana que Cíes, es una isla bastante cómoda de recorrer y con mucha menos gente, en la que el patrimonio cultural tiene una relevancia especial. Como elemento quizás más conocido, podríamos resaltar el Buraco do Inferno, una sima de unos cincuenta metros de profundidad, al fondo de la cual se escucha el sonido del mar y puede que de algo más.


Sálvora desde Pedra da Rá. El día anterior, la niebla me había impedido sacar nada.

Aún más llana y pequeña que Ons, Sálvora se encuentra frente Ribeira, en la Ría de Arousa, tan cerca, de hecho, que se puede llegar nadando. Y, si uno se cansa, por el camino encontrará suficientes islotes como para parar cuantas veces le apetezca y darse un descanso. Al llegar, encontraremos la que, probablemente, es la más virgen de las islas, algo que se pretende mantener con el cupo actual. Por suerte o por desgracia, no hay naviera que cubra esa ruta, por lo que sólo las visitas organizadas o los amarres autorizados permiten acceder a la isla, donde aún podemos encontrar restos de poblamiento, incluyendo la famosa sirena de los Mariño, tan característica que Castelao la empleó para su propuesta de blasón para Galicia.


Es realmente difícil sacar Cortegada por lo cerca que está de la costa de Carril.

Para el final dejo Cortegada, la más pequeña y especial de las islas, pues se encuentra en el fondo de la Ría de Arousa, junto a la costa de Carril y se trata de la única que no comparte origen con el resto (que son prolongaciones de los montes del Morrazo, O Grove y Barbanza). También su ecosistema, donde destaca el arbolado compuesto de robles, rebollos y, especialmente, laureles. Encontramos en la isla también restos de poblamiento, como la ermita, el pueblo o el cruceiro, todos ellos abandonados.


Desde Pedra da Rá, se pueden observar los tres archipiélagos exteriores.
Sálvora a la derecha, Ons a la izquierda y Cíes tras esta última.

En los años que llevo en Vigo, visité Cíes y Ons. Tuve la oportunidad de visitar Sálvora y Cortegada en el ya mencionado curso de guías, pero una combinación de mal tiempo, que forzó a cambiar Sálvora por Cíes, y una oportunísima indigestión, que me obligó a volver a casa y guardar cama, me lo impidieron, de modo que queda pendiente. Por suerte, este proyecto me va a dar la excusa, tanto para visitar las islas como para bucear en sus alrededores. Como comentaba al principio, considero Illas Atlánticas un Parque difícil de ver completo, y debo agradecer vivir lo suficientemente cerca como para poder hacerlo.


Las Sagres, desde Couso. Estas islas son el extremo norte del Parque.

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